Por Paula Camarda, Jefe de Producto de Boldt Impresores.
Es difícil imaginar un aula sin libros de texto. Tras la sanción dela Ley N° 1420 de Educación Común, Gratuita y Obligatoria en 1884, no sólo se expandió el sistema educativo sino que la incorporación masiva de alumnos a las escuelas, principalmente de nivel primario, requirió de diferentes tecnologías educativas para poder garantizar criterios comunes de aprendizaje y enseñanza.
A principios del siglo xx, las editoriales comerciales comienzan a marcar el rumbo de un nuevo mercado: el de los libros de texto escolares. En el país ya estaban presentes empresas como Estrada o Kapelusz, fundadas en 1869 y 1905 respectivamente. Sumado a esto, el Estado asumió un rol clave para la selección y recomendación de títulos pertinentes para cada asignatura y nivel educativo.
Los libros acompañaron la expansión del curriculum en todo el país y se convirtieron en un instrumento clave para la transposición didáctica. Además, fueron un ordenador de contenidos obligatorios, que permitían a docentes y alumnos contar con una herramienta poderosa para complementar los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Pero el libro también fue cambiando en función de responder a un contexto educativo cada vez más heterogéneo y masivo.
La llegada del nuevo milenio, marcado por el avance de las tecnologías digitales y la ampliación de la obligatoriedad escolar, trajo consigo la dificultad de que los materiales respondieran a cada una de las necesidades de cada jurisdicción.
¿Todos los alumnos deben aprender lo mismo y al mismo tiempo? ¿Cuántas variaciones debería tener un libro de texto para responder a los diseños curriculares de las provincias? ¿El avance de las plataformas educativas y los contenidos digitales reemplazarán al libro impreso?
Estas preguntas han abierto las puertas a pensar la educación desde paradigmas distintos al de la escuela moderna. La personalización de los itinerarios de aprendizaje, la diversificación de los contenidos y abordajes conceptuales, sumado a la actual expansión de los modelos híbridos durante la pandemia, exigen a las editoriales buscar alternativas para seguir ofreciendo contenido de calidad sin perder la rentabilidad de su negocio.
Nuestro país se caracteriza por su heterogeneidad: tanto en materia de acceso a recursos educativos, como también de realidades sociodemográficas que requieren soluciones más específicas. Por esa razón, desde Boldt Impresores acompañamos a las editoriales educativas en el proceso de transformación de su modelo de negocio, que cada vez se centra más en la producción de contenidos y menos en la impresión por grandes lotes de ejemplares.
El modelo de impresión de libros a demanda que ofrece Boldt Impresores permite que las empresas adapten sus contenidos y ofrezcan sus productos editoriales a medida que desarrollan su negocio en cada mercado.
Por ejemplo, para desarrollar propuestas de enseñanza por territorio, para que sean más relevantes y se mantengan alineadas a los diseños curriculares. Pero también para asegurar que la impresión se realizará sobre ventas en firme. Esta propuesta puede ser complementaria para desarrollar zonas nuevas en las que antes no era rentable, o también para agregar valor a la cadena de comercialización.
Si bien el acceso a plataformas digitales educativas es cada vez mayor, el libro sigue siendo una herramienta clave para la enseñanza y el aprendizaje. La impresión a demanda también permite que los materiales impresos sean un componente de valor para aquellas empresas de base tecnológica que estén ofreciendo materiales educativos a escuelas.
Es, además, una invitación para que docentes y directivos desarrollen sus propios materiales y los ofrezcan a sus alumnos en este soporte.
La impresión a demanda no viene a reemplazar a los grandes lotes, sino a potenciar los modelos de negocio de las editoriales para diversificar su oferta y agregar valor a su trabajo. Desde Boldt Impresores queremos seguir aportando nuestra experiencia de más de 88 años de trayectoria para acompañar a las editoriales en el desarrollo de propuestas creativas e innovadoras de comercialización, pero también, y fundamentalmente, para que puedan centrar su propuesta de valor en generar contenidos educativos relevantes y de calidad para la enseñanza y el aprendizaje.